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Se cumplen 40 años del hundimiento del Crucero General Belgrano

Publicado mayo 2, 2022 por databonaerense - 387 visitas

Los olavarrienses Gustavo Gil, Ismael Robert, Walter Bahl y Sergio Violante iban a bordo del barco al momento del ataque inglés. Los cuatro sobrevivieron. En Olavarría, una escuela y una biblioteca llevan el nombre del crucero.


Este lunes 2 de mayo se cumplen 40 años del hundimiento del Crucero General Belgrano, en el marco de la Guerra de Malvinas. Se trata de la tragedia naval más importante de la historia de la Armada Argentina con 323 muertos, prácticamente la mitad de las bajas de la Argentina.

Gustavo Gil, Ismael Robert, Walter Bahl y Sergio Violante son los olavarrienses que iban a bordo del crucero al momento del ataque inglés. Los cuatro sobrevivieron. En este diario se publicaron entrevistas a dos de los veteranos olavarrienses. No fueron todos porque algunos prefirieron no contar sus experiencias.

Hace 40 años el Crucero General Belgrano comenzaba a hundirse, lentamente, como blanco de los ingleses y trampa mortal para 323 de los 1.093 tripulantes que llevaba rumbo a las Islas Malvinas. De repente, todo fue noche. Y desesperación. Gritos, corridas, quemaduras, pedidos de auxilio

Los cuatro olavarrienses que vivieron esa tragedia tienen marcado a fuego ese 2 de mayo y aún hoy les cuesta entender el desquicio de la guerra. Sergio Violante no pudo explicar desde la lógica que hubiera “chicos de la clase 63 que recién habían entrado al buque, que no sabían lo que era una cubierta principal, lo que era caminar en el buque, y muchos quedaron abajo”, presos de la inexperiencia y de la muerte. El, en cambio, llevaba un año en el mar y su trabajo en la panadería hizo que ese día, a las 4 de la tarde, se encontrara durmiendo la siesta. Cuando impactó el primer torpedo disparado por el submarino nuclear inglés HMS Conqueror, que lo internaría en la pesadilla más negra de su vida, supo de qué se trataba. Habían partido de la Isla de los Estados, derecho al bloqueo inglés que nunca fue. Y hubo un segundo proyectil, que completó el golpe letal y frustró para siempre la osadía de combatir semejante enemigo.

Decenas de soldados quedaron en el intento, otros murieron al caer del barco, pero muchos quedaron a la deriva, en medio de un mar helado que sólo ofrecía resistencia, olas de 15 metros y 4.000 de profundidad. Aferrados a pequeñas balsas como única tabla de salvación. Una suerte de carpas, con cierres y techo, que los mantuvo vivos y atados entre sí, durante 36 horas.

“Por ahí hacíamos 100 metros y la ola nos traía al buque, que se iba dando vuelta cada vez más. Y encima teníamos unos remos chiquitos de plástico. Eramos 30 arriba de la balsa, que era para 15, porque a medida que caían los subíamos”, relata Sergio, con la mirada siempre húmeda.

“Pudimos salir y pegar la vuelta al buque, hasta que lo vimos dar vuelta totalmente, quedó boca abajo y se fue hundiendo despacio. Si se hubiera hundido de golpe, se chupaba las balsas. Es como si hubiera dicho, ?con los que tengo arriba es suficiente, no me llevo más gente? “, expresa, con crudeza, el ex combatiente.

Cuando el Crucero quedó bajo agua, estallaron las calderas y el Océano se transformó en tirabuzón. “Ahí vino lo peor, porque nos atábamos de a tres balsas, había un viento de más de 100 kilómetros por hora y las balsas parecían avioncitos arriba de las olas. A medida que pasaba el tiempo, te ibas congelando y de la cintura para abajo no sentías nada. No coordinabas movimientos ni nada. Solo ayudó ser muchos para sentir el calor entre todos”.

Jamás pensó que viviría para contarlo. Jamás. Y se emociona cuando revive el rescate. Ocurrió en la unión de los océanos Atlántico y Pacífico donde, milagrosa pero desesperadamente, apareció el barco Piedrabuena. “Pensás: se van, nos dejan acá… Estábamos entregados. Fue terrible. A la noche vimos una luz que nos encandilaba a los ojos, nos enfocaron y nos hablaban por el parlante. Nacés de vuelta”.

De todos modos, el salvataje no fue sencillo porque el mar seguía embravecido. Los subían con un arnés sin otra opción que reptar ya que las piernas estaban mudas por tanto frío. Y tiene grabado a aquel camarada que falleció cuando lo izaban “debido a las quemaduras pero como estaba tan congelado no sintió dolor”.

Poco a poco él y sus compañeros empezarían a sortear, definitivamente, la peor batalla de sus cortas vidas. “Nos recuperábamos con ropa nueva y comida”, explica, sin dejar pasar otra imagen imborrable y recurrente de ese viaje al continente. “Ya adentro del buque escuchamos un ruido y a todos nos pareció que una explosión cuando en realidad era una puerta que se había cerrado de golpe”.

Cuando pisaron suelo argentino “nos dieron un atado de cigarrillos y un cafecito así (hace señas con las manos). Nos llevaron hasta Bahía en avión y en colectivo de ahí a Campo Sarmiento”.

Gustavo Gil, otro de los olavarrienses que estaba a bordo del Crucero General Belgrano, relató que “muchos nos salvamos porque era de día. Si el ataque hubiese sido de noche no se salvaba nadie, porque enseguida nos quedamos sin electricidad, por eso como no llegó a sonar la alarma no sabíamos si era combate o abandono. Intentamos ir a cubrir los puestos de combate porque era lo más lógico, ya que no parecía que el crucero se estuviese hundiendo. 

“En ese momento todo fue un caos: el suboficial a cargo de la balsa mía, que tenía a su cargo formar a la gente y dar las órdenes, escapó desesperado en una balsa y nos abandonó, así que nosotros, los colimbas, y unos cabos segundo pusimos orden y empezamos a pasar bolsas con equipos a las balsas de goma que se iban abriendo cuando impactaban en el agua.

“Había olas de entre 7 y 8 metros. El crucero tardó 45 minutos en hundirse y cuando ya estaba escorando quedé colgado de la baranda y me tiré, cayendo por suerte adentro de la balsa. En ese momento no me di cuenta del peligro porque como nadaba 100 piletas y hacía 60 metros por debajo del agua estaba confiado, pero si te caías al agua morías congelado. 

“No sabíamos muy bien lo que estaba pasando, sólo sabíamos que el crucero se estaba hundiendo. Después supimos que el submarino que nos disparó, el Conqueror, nos venía siguiendo y que había un cabo que lo había visto por el radar pero no dijo nada para no crear pánico. 

“Cuando nos dispararon los torpedos, la proa desapareció. Abajo estaban los calabozos y había gente presa que se ahogó por estar encerrada. También murió gente quemada al explotar la bodega de petróleo. De los 1.093 tripulantes que estaban en el crucero, fallecieron 323.

“Nunca habíamos abierto una balsa de goma. Las bengalas estaban en tan mal estado que los soldados se quemaban las manos al encenderlas. Hicimos 170 millas en balsa (unos 273 kilómetros) en 70 horas y nos rescataron más cerca de la Antártida que de las Malvinas.

“La balsa nuestra estaba rota y entraba agua. De tan congelados que estábamos no podíamos trepar por la red que nos habían tirado para que subiéramos al barco rescatista. Nos arrancaron la ropa ni bien subimos porque estaba mojada y nos taparon con mantas y nos dieron un chocolate bien caliente. Malvinas me llevó a un replanteo permanente sobre el sentido de la vida y eso es algo que hasta el día de hoy lo uso a mi favor para saber valorar las cosas”.

El reconomiento en Olavarría

Actualmente, en nuestra ciudad, hay dos instituciones que llevan el nombre del Crucero General Belgrano. Una de ellas es una biblioteca y la otra es la Escuela Nº 80.

Desde hace 24 años, la escuela 80 lleva este nombre. “Los nombres de las instituciones las identifican y permiten reconstruir su identidad. Nos ha resultado muy valioso y significativo trabajar en la identidad de nuestra institución. Esa elección es parte de lo que pretendemos ser como escuela. Porque como aquellos héroes del crucero, nosotros también queremos destacarnos como un equipo donde predomine la idoneidad de cada uno, como ocurrió en aquella oportunidad con el crucero, donde prevalezca el espíritu de equipo, la ayuda, el respeto”, señalaron en el año 2008 autoridades de la institución.